Más de una vez hemos escuchado que el hecho de que las parejas se parezcan físicamente tiene que ver con el tiempo de la relación. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Al menos así lo sugiere un estudio realizado por la Universidad de Stanford, Estados Unidos.
En 1987, el psicólogo de la Universidad de Michigan Robert Zajonc realizó una investigación en la que planteó que las caras de las personas se terminan pareciendo a lo largo del tiempo en una relación de pareja. Pin Pin Tea-makorn y Michal Kosinski, de Stanford, difieren de este hallazgo y hablan de una teoría que tiene mucho más sentido: las personas se sienten atraídas por otras con características similares.
«La hipótesis de la convergencia en la apariencia física, ampliamente difundida, postula que la apariencia facial de las parejas a largo plazo converge con el tiempo debido a su entorno compartido, mimetismo emocional y actividades sincronizadas», señala el nuevo estudio.
Pero esa teoría resulta incompatible «con los hallazgos empíricos pertenecientes a una amplia gama de otros rasgos», como la personalidad, las actitudes, los valores o la inteligencia, «en los que las parejas muestran similitud inicial».
Tal y como explica el psicólogo Justin Lehmiller en su libro «Tell Me What You Want», las personas se buscan parejas con similitudes físicas, lo que no siempre hacen de forma consciente o controlable. Pero, ¿por qué? Sencillo: “lo familiar nos permite sentir seguridad y confianza”, dice el experto. “Estás familiarizado con tu propia apariencia, por lo que ver a otras personas que comparten ese tipo de rasgos similares podría provocar más simpatía por esa razón”, explica.
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